Los agentes no creen que
su presencia a pocos metros del cuerpo sin vida de una mujer sea fruto de
una coincidencia, y lo detienen.
Cuando le juzgan, Shawcross trata de hacerse pasar por caníbal, de
ser un demente víctima de abusos sexuales muy graves en su infancia.
Dice que su madre lo sodomizó con el mango de la escoba rasgándole
la pared anal, aunque no existen pruebas médicas que demuestren tal
agresión. Culpa a la sociedad diciendo que le enseñaron a
ser un criminal enviándolo a Vietnam, y que aprendió a matar
y a mutilar mujeres en la guerra. A las
autoridades la actitud del asesino les parece extraña. Tranquilo,
moderado, silencioso, no le interesa el saber por qué se le acusa.
Explica tranquilamente su presencia en el puente por el deseo de orinar,
pero nadie se lo cree, piensan que lo que Shawcross hacía en realidad
era revivir la excitación del crimen contemplando su "obra"
desde el puente y tal vez masturbarse.
Pero una serie de pruebas en su contra sirvieron
para acusarlo: una prostituta declaró en su contra, dijo haberlo
visto acompañado de una de sus amigas de profesión unas
horas antes de que la policía encontrara su cadáver, objetos
de las víctimas en el interior de su automóvil, y huellas
de los neumáticos en los lugares del crimen.
Cuando fue condenado con anterioridad a veinticinco
años de cárcel por el crimen de los dos niños, se
había prometido a los padres de las víctimas que no saldría
de prisión antes de haber cumplido toda su condena, pues aseguraron
que la comisión encargada de dictaminar sobre la libertad condicional
nunca dejaría volver a salir de la cárcel a un criminal
como él, ya que estaba en la calle bajo libertad vigilada por un
delito anterior.
Estas son algunas respuestas que dio durante los
diversos interrogatorios a los que fue sometido durante su último
juicio:
¿Te turba haber matado a Dorothy Keller?
- No, en absoluto.
¿Sientes remordimientos?
- No.
¿Por qué no enterraste el cuerpo
de June Scott?
- Me habría gustado encontrar un gran hoyo
y meter en él todos los cuerpos, para que estuvieran todas juntas.
¿Cómo hiciste para matarlas tan fácilmente?
-La mayor parte de las veces ni yo sabía
que iba a matarlas. Además, me conocían y no esperaban eso
de mí. Las atacaba rápidamente y las dejaba paralizadas.
¿Tuviste contacto con la policía
durante las investigaciones?
- Siempre iba a comer a un sitio dónde iban
a menudo policías. Hablaba con ellos para saber cómo avanzaba
la investigación.
¿Te dabas cuenta de lo que hacías
en el momento en que matabas a las chicas?
- Si, pero me daba igual. La rutina...
Mataste a mucha gente, Arthur, ¿nunca tuviste
miedo de que te descubrieran?
- Nunca pensé verdaderamente en eso.
¿Crees que lo que has hecho es terrible?
- Sí.
¿Qué debería hacer la policía
con alguien como tú?
- Meterme en la cárcel toda la vida. Si me
sueltan volveré a hacerlo.
A pesar de que su abogado pretendía que el
acusado sufre desórdenes psiquiátricos y complejos ataques
de naturaleza epiléptica responsables de sus crisis de locura asesina,
y que el mismo Shawcross juró y perjuró que estaba poseído
por Ariemes, -un demonio caníbal del siglo dieciocho sediento de
sangre- que se había encarnado en él, al término
del juicio, Arthur Shawcross fue condenado a doscientos cincuenta años,
culpable de homicidio en segundo grado por el asesinato de diez mujeres.
El fiscal que presentó las pruebas, expuso sus reflexiones sobre
el caso diciendo públicamente:
"El asunto de Shawcross, que mató a
mujeres con toda impunidad durante 21 meses, afectó a toda la comunidad.
Los habitantes de Rochester se convirtieron de modo indirecto en víctimas
de estos crímenes, porque no se atrevían a salir al saber
que un asesino en serie actuaba en la zona. Hubo restaurantes, salas de
espectáculos y bares que tuvieron que cerrar por falta de clientes.
Se anularon congresos y reuniones, y eso sin olvidar el costo fenomenal
de la investigación y proceso de Shawcross, que se calcula en más
de millón y medio de dólares.
No estaba legalmente loco, pero tampoco era normal. ¿Qué
le motivaba? Adoraba matar. Se alimentaba con violencia. Este caso puso
de relieve ciertos defectos del aparato judicial. Nunca debió permitirse
que saliera de la cárcel".
En muchas ocasiones se ha hablado del síndrome
de Vietnam, que afecta a veteranos de esta guerra que no han podido superar
las frustraciones de su readaptación a la vida civil. Muchos de
ellos han recibido un entrenamiento especial para matar de diversas formas,
y algunos incluso, se han retirado a zonas apartadas del país y
viven completamente aislados conscientes del peligro que representan para
sus conciudadanos.
Uno de los primeros casos de los que se tiene noticia
de los afectados de este "síndrome" es anterior a la
guerra de Vietnam. Se trata de Howard Unruth, veterano de la Segunda Guerra
Mundial, asesinó a trece personas en Nueva Jersey, porque creía
que "sus vecinos se reían de él".
Aunque la paranoia suele ser el factor desencadenante
de estos crímenes, en algunos casos los medios de comunicación
o la influencia de algunas personas pueden llevar a cometer actos criminales.
Es lo que se conoce en criminología como "aprendizaje social",
un proceso de observación e imitación. Este es el caso de
Michael Ryan, un joven de 27 años profundo admirador de Rambo,
que en 1987 salió a la calle ataviado al estilo militar y mató
a tiros a trece personas.
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