En ese local Thierry
hacía a veces actuaciones travestis, e incluso invitó a
su madre a ver el espectáculo; quien impresionada de ver a su hijo
con ropas de mujer se retiró antes de que acabase, rechazando así
su homosexualidad.
Mientras tanto, Thierry y su novio decidieron irse a vivir juntos y se
instalaron en un hotel. En aquella época la pareja vivía
con todos los lujos posibles, comían en restaurantes lujosos y
se dejaban ver en todas las fiestas y clubes de moda. Pero el dinero se
les acabó pronto y la buena vida con él, entonces comenzaron
las crisis de pareja, las escenas de celos y las discusiones.
Se vieron obligados a buscar un alojamiento más
barato ya que tenían muchas deudas, así que Thierry se vio
forzado a cometer pequeñas estafas, a traficar con drogas y a robar
tarjetas de crédito para buscarse la vida y pagar sus numerosas
deudas acumuladas.
En París vivía de noche en clubes
donde a nadie le extrañaba su comportamiento, y allí podía
asesinar una y otra vez sin despertar la curiosidad de nadie.
Su predilección por las mujeres mayores
nunca fue explicada. Tal vez su niñez estuvo poblada de ancianas
que no cesaban de juzgarlo y corregirlo, y quiso liberar a París
de aquellas odiosas mujeres.
Su constante preocupación era llamar la
atención de los demás, estar siempre rodeado de gente e
invitarlos a sus fiestas, lo que le proporcionaba gran cantidad de amigos
de conveniencia ganados a base de comprarlos con alcohol y cocaína.
De hecho, una vez en la cárcel, Thierry se dedicaba a recortar
las notas de prensa que hablaban de él. Siempre narcisista, su
aspecto físico continuó siendo su gran obsesión.
Antes de ser encarcelado se le habían tomado
unas muestras de sus huellas dactilares, pero por aquel entonces los sistemas
informáticos de que disponía la policía eran bastante
limitados, por tal motivo eran los mismos agentes los que realizaban la
dura y larga tarea de comparar todas las huellas digitales. Para empeorar
las cosas, Thierry había sido arrestado no en París, sino
en otro distrito, y las huellas las habían guardado en otros archivos.
Además, el delito por el que había sido inculpado no requería
el cotejo en los mismos archivos con las huellas de los inculpados por
delitos de agresión u homicidio; por el momento ninguna prueba
lo inculpaba, y nadie podía imaginar que ese hombre era el asesino
de las dieciséis mujeres.
Como se logró encontrar a Thierry
Cuando Thierry obtuvo la libertad tras estar doce
meses entre rejas por venta de drogas, reanudó su vida y sus viejas
costumbres. Una de ellas, fue la de seguir asesinando; mientras, la policía
de París seguía investigando los crímenes.
Pero esta vez los agentes contaban con un as en
la manga: la primera víctima de Thierry, la señora de 91
años a la que había atacado para robarle sus ahorros, se
había ido recuperando del trauma y tres años después
les proporcionó una detallada descripción del agresor.
Inmediatamente se distribuyó su retrato
robot (hablado) por todas las comisarías de París y sus
alrededores y al poco tiempo Thierry era identificado y detenido.
Tras comprobar que sus huellas correspondían
con las tomadas en los lugares de los crímenes, fue interrogado
sin interrupción durante cuarenta y tres horas seguidas por la
Brigada Criminal, y terminó confesándose autor de más
de 20 crímenes.
Lo que dejó atónitos a los policías,
era la indiferencia con la que Thierry describía los mismos, absolutamente
incapaz de comprender la terrible gravedad de lo que había hecho.
Para él, la vida de un ser humano carecía por completo de
valor.
Las razones que llevaron a Thierry a cometer aquellos
crímenes continúan siendo un misterio, por lo que los psiquiatras
tuvieron que hacer un retroceso a su infancia para tratar de ver más
claro.
En realidad jamás tuvo un hogar, ni una
familia que le quisiese y se preocupase por él. Antes de llegar
a la adolescencia ya lo habían custodiado tres personas: su abuela,
su madre y luego su padre, pero todos se lo fueron quitando de encima
poco a poco, lo que Thierry interpretó como un rechazo. Por otra
parte, su inclinación homosexual había despertado un desprecio
general en su entorno. Privado de todo cariño, no sentía
hacia los mayores ningún respeto. Se negaba a ser como todos los
adultos que conocía, pues eran indignos de su confianza y respeto,
y continuó siendo un niño reservado, desafiante y violento.
La falta de amor le había endurecido hasta el punto de ignorar
el sufrimiento, tanto si él era víctima o agresor, no tenía
piedad. Lo demuestran sus posteriores declaraciones a la policía:
"Yo sólo ataco a los débiles".
Acabó confesando que no siempre actuaba
solo y que su amante Jean Mathurin había tomado parte en los primeros
crímenes.
Finalmente, en el juicio se le acusó por
asesinato y robo con violencia en dieciocho ocasiones. Mientras cumplía
condena, el 16 de abril de 1989 fallecía en su celda, enfermo de
sida cuando sólo contaba con veintiséis años.
|